«Lo que esconden las olas», crónica de un pecio maldito

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Seis años antes del hundimiento del Titanic, otro gran trasatlántico de pasajeros se iba a pique en el Mediterráneo que baña la costa de Cabo de Palos, con grandes pérdidas humanas. El revuelo del drama fue desapareciendo hasta extinguirse. A día de hoy, pocos son los que recuerdan que el S.S Sirio sigue durmiendo su sueño eterno entre cadáveres y gorgonias, frente a una de las costas más buceadas de nuestro país. Con su nueva novela “Lo que esconden las olas”, Emma Lira nos propone un viaje a las profundidades para descubrir los oscuros secretos que se esconden detrás del mayor naufragio civil de la historia del España.

¿Qué ocurrió?

Era una tarde de agosto, año 1906. El mar era una llanura azul y los únicos sonidos que rompían la lánguida sobremesa mediterránea eran el murmullo de los pasajeros y el suave silbido del buque cortando limpiamente las olas. A la izquierda, se recortaba la inconfundible silueta de faro de Cabo de Palos y, a la derecha, la del faro de las Islas Hormigas. Fue entonces cuando el crujido metálico del casco al estrellarse contra el Bajo de Fuera rompió el hechizo de la tarde, desencadenando lo impensable. El Sirio se iba a pique.

El hundimiento del Sirio
Ilustración : El Sirio semihundido
(Fuente: lamangaturismo.com)

¿Qué es lo que esconden las olas del Bajo de Fuera?

Cabo de Palos es una costa rica en historia y en naufragios: una media luna de bajos mortales , algunos a 4 metros escasos de la superficie, se encargaba de rajar la barriga a todos los barcos que se atrevieran a cortar esta invisible cuchilla de roca. Sin embargo, en 1906 los bajos aparecían perfectamente señalizados en todas las cartas náuticas.

Entonces, ¿cómo fue posible que una tripulación experimentada como la del Sirio, que llevaba más de dos décadas cubriendo esta ruta, se estrellara contra algo tan evidente? El tiempo era benigno, el barco tardó semanas en hundirse, la costa estaba cerca y habitada…. ¿por qué murieron cientos de pasajeros? El rosario de preguntas no tiene fin: ¿cuál es el motivo da la intempestiva huida del capitán Piccone? ¿Por qué la tripulación dejó a los pasajeros a merced del pánico?

El hundimiento del Sirio
Ilustración : «Hundimiento del Sirio» Benedito Calixto, óleo sobre lienzo, 1907

Para contestar a tantos misterios, Lira nos presenta a un grupo de cineastas que aparece en Cabo de Palos con el objetivo de rodar un documental sobre hundimiento del Sirio para conmemorar su centenario. Allí el equipo contratará los servicios de un club de buceo, que les ayudará a bajar los setenta metros de profundidad que separan la superficie de los restos del naufragio.

Yo quiero empezar el documental del revés… desde donde acaba todo… quiero empezar en el fondo del mar… Quiero empezar bajando, descendiendo por el azul, como si la cámara estuviera en los ojos del buceador. Sin artificios. Sin música ambiente, sin voz en off, en silencio absoluto, sólo el ruido de la respiración a través del regulador. Y de repente, los restos, fantasmales, ante nuestros ojos, con focos que rescaten un poco de color, pero no demasiado, con esa visión parcial, monodireccional a que te obliga el buceo. Quizá incluso un poco distorsionados por el vaho de la máscara. Y cuando el espectador vea que está abajo, ante el pecio, y se retuerza en su sillón porque siente que le falta el aire, sólo entonces diremos: el mayor cementerio del mundo se oculta bajo la tenue línea azul que separa el universo terrestre del marítimo.

Crónica de un pecio maldito

El Sirio no sólo es un barco hundido, también es un cementerio. Un cementerio terriblemente oscuro, abandonado en los abismos, ajeno a nuestro mundo de luz y calor. Aquí es dónde el equipo de cineastas tiene que rodar. En esta delicada situación, resulta imprescindible mantener la cabeza fría… y más cuando alrededor del naufragio flota el espíritu de una maldición, parecida a la de la tumba de Tutankhamón, que vela por la tranquilidad de los muertos.

El tío Pedro llegó por aquí, tan guay ¿Dónde vais? A las Hormigas. Uy, pues tened cuidado, tened cuidado allí, hijos. Ni vayáis. Eso es un cementerio… Así, en plan alegría de la huerta. Y éstos: ya, ya lo sabemos, vamos a bucear en el Sirio…Y el tío va y se santigua. En el Sirio…¿en el Sirio? Pero ¿por qué no tenéis un poco más de respeto con los muertos…? Esa gente sólo quiere que los dejen en paz de una vez. Y venga, y dale…Y yo, tratando de quitar hierro al asunto: tío Pedro, nos tenemos que ir. Y el otro: estáis removiendo las cosas, hijo, estáis removiendo todo y a los muertos hay que dejarlos en paz…

La sugestión es un arma de doble filo, peligrosa en el mejor de los casos y letal a setenta metros de profundidad. El pánico y la narcosis pueden hacer presa en los buceadores, y en ese estado es muy difícil volver a la superficie sin sufrir daños. Emma Lira, conocedora de los entresijos del submarinismo, realiza una descripción tan envolvente de las inmersiones (de su paz pero también de sus angustias) que sólo puede ser fruto de su propia experiencia como buceadora en las aguas de Cabo de Palos.

Por lo demás, “Lo que esconden las olas” es un libro de lectura simple y amena, en el el que náufragos y buceadores acaban entrelazando de manera trágica sus historias. Historias con sabor a salitre y nitrógeno… de las que nos gustan a nosotros.

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El hundimiento del Sirio
Ilustración : Placa conmemorativa del hundimiento del Sirio en el faro de Cabo de Palos
(Fuente: Wikipedia Commons)